jueves, marzo 03, 2011

DERRY Y GASTEIZ SE MIRAN Y VEN EL MISMO REFLEJO EN EL ESPEJO ROTO DE ZARAMAGA

Tony Doherty y Tony Gillespie se acercan por la calle Fermín Lasuen junto a Andoni Txasko y otros miembros de Martxoak 3 Elkartea. El primero es hijo de Patrick Doherty, una de las catorce víctimas mortales del «Bloody Sunday»: fue tiroteado por la espalda mientras buscaba refugio. Tenía 31 años de edad. Diez años más tenía Bernard McGuigan, que recibió un disparo en la cabeza cuando, pañuelo blanco en mano, salió en ayuda de Doherty, en una de las secuencias más dramáticas y conocidas de la masacre de Derry.

Poco después se unen al grupo el padre y una hermana de Romualdo Barroso y un hermano de Pedro Martínez Ocio, dos de las cinco víctimas del 3 de marzo. Doherty y Gillespie -promotores de «Bloody Sunday Justice Campaign»- atienden atentamente las explicaciones de un miembro de Martxoak 3 Elkartea que contextualiza el momento político en que se produjeron los hechos del 3 de marzo. En ese momento se encuentra narrando lo ocurrido en 1975, explicando los estados de excepción y las movilizaciones convocadas tras la muerte, a manos de la Guardia Civil, de Jesús Markiegi, Motri, y el matrimonio compuesto por Blanca Salegi e Iñaki Garai el 15 de mayo de ese año. Entonces se produjo la primera gran expresión de protesta en Zaramaga.

La iglesia de San Francisco

El repaso a 1976 comienza a las puertas de la iglesia de San Francisco. Mientras abren la puerta, los irlandeses conocen que ése fue el principal escenario de la brutal actuación policial que cambió de raíz la vida de algunos de los presentes.

Ya dentro, les explican el fuerte movimiento obrero que se articuló en aquellas fechas, cómo se organizaron en asambleas y rompieron con el sindicato vertical, que sus demandas eran por supuesto laborales pero también de libertades civiles, políticas, de asociación... Hasta que el 9 de enero comenzó la huelga en Forjas Alavesas, donde los trabajadores constituyeron asambleas y su ejemplo cundió en muchas empresas.

Detallan cómo respondieron los empresarios, despidiendo a trabajadores y haciendo cierres patronales, sin conseguir romper la dinámica de movilizaciones obreras, que incluyeron una huelga general el 16 y 17 de febrero, que tuvo un éxito total.

Y así llegó el 3 de marzo, una fecha que Andoni Txasko recuerda perfectamente. Lo ha contado mil veces y lo hará otras mil si hace falta. Junto a sus compañeros, el portavoz de Martxoak 3 Elkartea explica a sus dos invitados que 35 años antes esa misma iglesia estaba abarrotada por cinco mil personas reunidas en asamblea, cuando la Policía armada, rompiendo las ventanas, gaseó el interior del templo y disparó a quienes, asfixiados, iban saliendo como podían. El saldo es conocido: cinco muertos y un centenar de heridos.

El monolito de Forjas

De la iglesia salen en dirección a la calle Reyes de Navarra, donde en la acera una placa institucional recuerda a tres policías muertos en un atentado de ETA en 1978. Explican a Doherty y Gillespie que en esa misma zona, en un espacio de apenas unas decenas de metros, doce personas murieron de forma violenta entre 1976 y 1982. Los cinco del 3 de marzo; los tres policías; un matrimonio de Bergara ametrallado en un control de la Guardia Civil; y el dueño del bar Las Vegas y un cliente, muertos a manos de un policía. Además del antes citado Motri, que era vecino y fue acribillado por el instituto militar en los estertores del franquismo. Pero las instituciones sólo recuerdan a los agentes. «Es el impulso popular el que recuerda a las víctimas de la represión del Estado», afirma uno de los presentes.

Volviendo sobre sus pasos, llegan a donde se encuentra el monolito en recuerdo de las víctimas del 3 de marzo. Fue erigido en 1986, precisamente en Forjas Alavesas, donde empezaron las asambleas y movilizaciones, y donde trabajaba Pedro Martínez Ocio, que cayó abatido en ese mismo lugar.

Su hermano mira fijamente la placa atornillada al bloque de cemento rápido que se utilizó para fijar el monumento. Los que se habían instalado los años anteriores, a partir de 1977, habían sido arrancados o destrozados, pero con ése no pudieron, porque cuando la Policía llegó para llevárselo, el cemento ya estaba seco. Y desde entonces no se ha movido.

Allí, frente al puño forjado en memoria de las víctimas, vascos e irlandeses se dan cuenta de que Derry y Gasteiz no están tan lejos una de otra, y que igual que el frío y la lluvia de ayer, la llama que las habita también es la misma.

(Gara. 3 / 3 / 2011)