martes, mayo 11, 2010

EUSKADI Y NAVARRA ACOGIERON MÁS DE 60 BATALLONES DE TRABAJADORES ENTRE 1937 Y 1942


Cerca de 550 batallones de trabajadores, más de 60 de ellos en Euskadi y Navarra. Ésas son las cifras que arroja el archivo del Tribunal de Cuentas, sobre la presencia de estas unidades durante la Guerra Civil y los primeros años del franquismo (entre 1937 y 1942). Según sus informes, y con algunas dudas derivadas de la terminología empleada en ciertos casos, hubo 27 batallones en Navarra, 18 en Gipuzkoa, doce en Bizkaia y siete en Álava. Datos muy significativos sobre un apartado que hasta hace poco suscitaba más sospechas que certezas pero que, desde el traslado a Salamanca de esos informes, ha quedado mucho más al descubierto.

La investigación de sus documentos, a los que ha tenido acceso este periódico, revela que la actividad en ese ámbito fue todo menos escasa. Miles de presos políticos fueron utilizados por el régimen franquista para trabajar en numerosas construcciones, desde pantanos hasta ferrocarriles, minas o puertos. Sin duda, la obra más conocida es el Valle de los Caídos, pero hubo otras muchas que fueron levantadas mediante este sistema. Con las manos de prisioneros que vivían concentrados en campos, integrados en batallones o, incluso, condenados ya en cárceles franquistas.

Los nombres, como ocurría con los campos de concentración, eran diferentes. La mayor parte recibía la nomenclatura más simple, Batallón de Trabajadores, pero en muchos otros casos la definición no era tan sencilla. Tan simple. Había, entre otros, servicios de recuperación de automóviles; depósitos de recría y doma; trabajadores del ferrocarril, de pantanos o de minas; grupos vinculados al parque de ingenieros; servicios de distribución de chatarra o grupos de descargadores agregados al transporte militar, a los puertos o a la aviación. Había de todo.

Al servicio del régimen

Eso sí, más o menos, todo se correspondía con lo que había: la obligación de trabajar al servicio del régimen y de lo que éste dispusiera. Porque, al final, lo que había era esclavitud (los bautizados como Esclavos de Franco). Personas utilizadas para reconstruir parte de lo que había sido destruido y para levantar, también, nuevas infraestructuras. Eran agrupadas en batallones y, desde ellos, como parte de una unidad de trabajo, empleadas para determinadas tareas.

De todo esto son fiel y claro testimonio los extractos, los informes enviados mensualmente por los responsables de cada batallón al citado Tribunal de Cuentas. Ésos que hasta ahora estaban perdidos en algún cajón y que ahora, en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, pueden ser consultados por los investigadores. En ellos, al igual que ocurre con los campos de concentración, se detallan -entre otras cosas- el presupuesto necesario para cubrir los gastos de cada batallón (cada trabajador solía cobrar una cantidad próxima a las 2,5 pesetas) y el listado de altas y bajas de cada mes. En este último caso, también, explicando la causa de esa ausencia.

Se precisan, de algún modo, los mismos elementos que en los extractos de los campos. Porque, aunque a veces la diferencia sí era clara, en otras ocasiones la distinción entre los batallones y los campos no se apreciaba de forma tan nítida. Al contrario. Se hacía casi inexistente. En esos casos, ambos conceptos respondían al mismo patrón: prisioneros, en su mayor parte republicanos, que cobraban una cantidad por la labor que se les encomendaba. Eso sí, no siempre era así. A veces la diferencia era mucho más clara.

Diferente duración Los batallones respondían a un perfil similar pero, también, heterogéneo. En la duración, por ejemplo, había diferencias claras entre algunos de ellos. Así, mientras en unos sólo existen extractos de un mes, lo que hace pensar que ése fue el tiempo en el que estuvieron activos, en otros hay informes de hasta tres años. No están los documentos de todos los meses -en muchos casos falta algún que otro extracto-, pero sí parece claro que las unidades permanecieron operativas entre las fechas de su primer y último informe. Es decir, que aunque haya vacíos en la investigación, no parece que hubiera interrupciones en la actividad de los batallones.

En varios casos, no obstante, su corta presencia no obedecía a su disolución sino, muy al contrario, a su inclusión en otra unidad. No en vano, las propias notas apuntadas en los extractos detallan, en más de un caso, que el batallón en cuestión "continúa" en otro. En otras palabras, que se fusiona con él. Y éste no tenía por qué estar necesariamente en Euskadi o Navarra. Podía estar, por ejemplo, y según se aprecia en la información de Salamanca, en Tarragona, Zaragoza o Marruecos. Hasta cualquiera de estas localidades, entre otras, podían ir destinados los trabajadores agrupados en un primer momento en Gipuzkoa, Álava, Bizkaia o Navarra.

Situaciones distintas

Cuatro territorios, estos últimos, en los que la situación de los batallones era también distinta. Así, mientras, por ejemplo, en Gipuzkoa dos municipios (Oiartzun y Errenteria) centraban la mayor parte de las ubicaciones y, en Álava, Vitoria acaparaba prácticamente todas ellas, en Navarra éstas se repartían entre muchos más pueblos. En ocasiones, incluso, un mismo batallón aparece situado en diferentes localidades según va transcurriendo el tiempo. Y, aunque no llega a ese extremo, también Bizkaia contó con una descentralización mayor que la de Gipuzkoa y Álava.

Todo ello está en los papeles. En esos extractos hasta ahora olvidados pero que, desde hace aproximadamente un mes, pueden consultarse en el Centro Documental de la Memoria Histórica. Allí, en cajas, reside esa parte de la Historia. Esa parte que habla de los batallones que, fundamentalmente entre 1939 y 1942 pero también durante otros años, entre 1936 y 1947, levantaron cientos de infraestructuras por encargo de Franco. Manos republicanas o nacionalistas al servicio de sus enemigos, de quienes los habían hecho prisioneros para vestirlos de trabajadores.

Con el paso de los años, y a medida que ha ido desapareciendo el tabú que escondía la verdad de aquel periodo, muchas voces han ido recordando la existencia de los batallones. Alguien que quedó recluido en uno, o que habla de algún familiar que lo estuvo, o que cuenta lo que un día le contaron en primera, segunda o tercera persona. Alguien que trata de aportar su granito a una arena que, pese al paso de los años, quizás no llegue tan tarde. Porque más vale saber que no saber. Más vale conocer. Al fin y al cabo, la Historia, se cuente o no, es una. Contarla no cambia las cosas. Sólo las explica.

(Noticias de Gipuzkoa. 9 / 05 / 2010)