viernes, abril 09, 2010

YA NO HAY OLVIDO EN AIBAR

Técnicos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi han exhumado esta mañana los cuerpos de cuatro vecinos de la localidad navarra de Cáseda que fueron fusilados en la Guerra Civil y enterrados junto a la carretera.

Los cuerpos se encontraban a dos metros de profundidad junto a la actual vía NA-534 en el término de Aibar, en el paraje Fuente del Garrero.

A la exhumación han asistido varios familiares de los fusilados así como vecinos de Aibar y Cáseda, aunque de este segundo Ayuntamiento no había ningún representante ni tampoco miembros del PSN o la UGT, organizacones a las que pertenecían.

Presididos por una bandera republicana y junto a un ramo de flores en cuya cinta se leía la palabra "dignidad", el alcalde de Aibar ha señalado que el de hoy era un acto de "homenaje" a quienes fueron asesinarlos "por defender la justicia y la libertad", punto en el que ha criticado que "los herederos" del franquismo puedan sentar en el banquillo al juez Baltasar Garzón por intentar arrojar luz sobre aquellos crímenes.

En el mismo sentido se han pronunciado los presentes en el acto, que de manera improvisada han acordado adoptar alguna iniciativa en defensa de Garzón que de momento no han concretado.

La fuente del Garrero

Entonces, hace algo más de tres décadas, no fue posible. Se intentó. Se buscó. Pero no se consiguió. No se localizó la fosa. Se sabía que estaba, y se conocía la zona en la que se ubicaba, pero no se halló. No hubo el desenlace deseado. No se cerró la historia. Ayer, sin embargo, todo cambió. Sí hubo desenlace, el deseado, y sí se cerró la historia. Los cuerpos, esta vez ya localizados, salieron a la superficie. Volvieron a ver la luz que se les negó el 3 de septiembre de 1936 y recuperaron la dignidad que, aquel día, algunos les quisieron usurpar. Sus dueños, los hombres a quienes pertenecen, ya no pueden cambiar la tristeza de sus historias, pero ahora éstas, al menos, no se escriben en clave de olvido o desaparición. Eso sí ha cambiado. Eso sí han ganado.

Porque desde ayer, Blas Dolorea Baztan, Segundo Dolorea Martínez, José Oneca Benedit y Gregorio Oroz Buey han dejado de ser desaparecidos. De la mano de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, y tras solicitarlo el Ayuntamiento de Aibar (Navarra), estos cuatro navarros -los tres primeros vecinos de Cáseda y el último de Sangüesa- han seguido el mismo camino de otras muchas víctimas de la Guerra Civil y han abandonado el agujero al que antaño fueron condenados. Esta vez sí, el acercamiento ha sido definitivo. La fosa escondida junto a la fuente del Garrero, en el alto que precede al citado municipio llegando desde Lumbier (carretera comarcal NA-534), ha sido abierta y no volverá a ser cerrada. No volverá, sencillamente, a existir.

Esta vez los vecinos ya no pasarán junto a la cuneta preguntándose si los cadáveres de los que tanto habían escuchado hablar están en aquél o en éste lugar. "Siempre se había oído algo, desde hace muchos años, pero sin concreción", reconocía ayer José Azparren, nieto de otros dos fusilados encontrados hace ya mucho tiempo en otros parajes y uno de los vecinos de Aibar que se acercó hasta el enclave de la exhumación llevada a cabo en esta última localidad. De hecho, agregaba sobre esa falta de precisión, él pensaba que "eran dos" los enterrados en el pueblo. Y tampoco conocía la ubicación de los restos. "Sólo sabía que estaba en el campo", aseguraba asomado a la fosa, que a mediodía comenzaba a evidenciar ya los esqueletos bien diferenciados de cuatro personas.

Una de ellas, el mencionado José Oneca Benedit, un jornalero de Cáseda al que ser afiliado a la UGT y las Juventudes Socialistas fue suficiente motivo para ser fusilado. Tras ser detenido el 1 de septiembre de 1936, y después de permanecer encerrado dos días en el edificio de su localidad habilitado como cárcel, fue subido a una furgoneta y conducido -junto a los otros tres fusilados- al paraje del que no volvería.

Imposible de explicar
"Alegría, tristeza, pena"

Porque, aunque ya no pudiera ser con vida, José si iba a volver a ser visto. En concreto, ayer. Y, en concreto, por Marijose Oneca, una de las nietas a quien él nunca pudo ver y que, pese a esa falta de conocimiento, sintió que se encontraba ante un reencuentro con su abuelo. "Alegría, tristeza, pena por que no se encontrara el cuerpo en la primera búsqueda... No se puede explicar este momento", aseguraba Marijose, de Cáseda, visiblemente emocionada.

Para ella, como para tantos otros, el desenterramiento suponía un punto final más que esperado. "Me enteré de lo que pasó con mi abuelo a raíz de las primeras investigaciones y desenterramientos que hubo tras la Transición. Antes de eso no había oído nada. Sólo sabía que mi abuelo había muerto muy joven y que mi padre, con seis años, tuvo que dejar el colegio y ponerse a trabajar. Se sabía que estaban por esta zona y hubo un primer intento de localización, pero sin que se encontrasen los restos. Hasta ahora...", relataba la nieta de Oneca.

Lo hacía en compañía de su marido y de su suegro, y en espera de trasladar los restos de su abuelo al panteón habilitado en Cáseda. Y lo hacía a uno de los lados de la fosa, observando desde arriba los trabajos del equipo de Aranzadi, tareas que continuarán hoy y que completan las labores previas de prospección y excavación realizadas por dicha Sociedad. Todo para permitir que, en el listado de desaparecidos de la Guerra Civil, haya cuatro nombres menos, cuatro familias menos sin saber dónde reposan los suyos y un lugar menos en el que tener que combatir el olvido: la fuente del Garrero, en Aibar.

(Noticias de Navarra. 09 / 04 / 2010)