domingo, abril 12, 2009

OTRA VISION, IDENTICA TRAGEDIA


Es la menos conocida y la que menos rastro de sangre y víctimas dejó, pero existió igual que la otra. La barbarie de la Guerra no entendió de ideologías y se cebó por igual con los dos bandos. Otra cosa fue la posterior represión, fundamentalmente desde los vencedores hacia los vencidos, pero en aquellos tres años de horror y odio en los que se desarrolló la contienda el ensañamiento fue mutuo y la guadaña repartió sin excepciones. Por eso, aunque en mucha menor medida, también se improvisaron fosas franquistas en las cunetas. Y por eso, aunque la mayor parte fue desenterrada tras la victoria golpista, aún queda alguna sin exhumar. Sin localizar y sin escapar del olvido.

Desde hace cuatro meses, la Sociedad de Ciencias Aranzadi trabaja en la provincia de Toledo para recuperar parte de aquel pasado que a menudo queda fuera de la llamada Memoria Histórica. Ellos, lo han dicho en reiteradas ocasiones, no hacen distinciones. Atienden por igual las solicitudes de intervención vengan de donde vengan, sin tener en cuenta el color de las balas que segaron las vidas de sus muertos. Por ello, como han hecho siempre que las circunstancias y recursos lo han permitido, han atendido ésta.

Les llegó hace un tiempo desde el Arzobispado de Toledo. Con el fin de determinar la situación en la que quedó el pozo-mina de Las Cabezuelas, en la localidad de Camuñas, y las posibilidades de recuperar los restos de quienes fueron arrojados a él, el sacerdote Jorge López Teulón pidió una inspección técnica a la entidad vasca. Las certezas hasta ese momento no eran demasiadas. Había una versión, basada en varios testimonios de la época, pero nada comprobado. Hasta ahora.

Porque, después de una semana de trabajos ininterrumpidos, Aranzadi -con un equipo de seis personas y su director de Antropología, Paco Etxeberria, a la cabeza- halló el pasado 31 de marzo la evidencia física de lo que ya se sospechaba: los primeros cuerpos. No fue fácil, las características de este enterramiento han hecho especialmente complicada la localización, pero aparecieron. En el fondo del pozo, a 25 metros de profundidad y tras retirar quince toneladas de tierra, aparecieron. Y entonces se empezaron a confirmar los indicios mantenidos desde siempre, aquéllos que convierten en real la versión inicial de los hechos aportada por sus contemporáneos, por sus testigos.

Sin enfrentamiento armado
La afinidad, más que suficiente

Y esa versión es tan clara como cruda. En el transcurso de la contienda, numerosas personas -algunas cifras hablan de varios centenares- fueron asesinadas y arrojadas a este pozo, antigua explotación romana de plata, por parte del bando republicano. Su delito, ser consideradas afín al otro lado. No levantar el puño, ser religioso o tener tierras podía ser suficiente. Daba igual que hubieran luchado o no (no hay constancia de enfrentamientos armados en ese lugar), les bastaba con esa calificación para ser sentenciados a muerte por parte de las autoridades o de las milicias de los distintos grupos armados republicanos.

Transportados desde cualquiera de los pueblos de la zona, a medio camino entre las localidades de Toledo y Ciudad Real, las víctimas eran lanzadas al abismo -al principio vivas, según algunos testimonios- por sus verdugos, que más tarde prendieron con fuego los cuerpos y arrojaron toneladas de tierra para ocultar sus crímenes (los primeros restos localizados se encuentran calcinados).
actuación significativa

Segunda con restos franquistas

Pero éstos, como tantos otros, han salido a la luz. Y lo que se ha destapado no es poco. Porque hasta el momento, y desde que se iniciara el movimiento en favor de la recuperación de la Memoria Histórica, la de Camuñas es la investigación más relevante de cuantas se han llevado a cabo con víctimas del bando franquista. De hecho, si realizara la exhumación de los restos, se trataría del segundo desenterramiento con muertos del bando nacional en el que participaría Aranzadi, que ha intervenido, en cambio, en 70 actuaciones en fosas republicanas. Y no porque haya orientado sus trabajos, sino porque las peticiones llegan habitualmente desde el bando que resultó derrotado (a partir del final de la Guerra se desenterraron muchas de las fosas con víctimas franquistas y se abrieron muchas otras con muertos republicanos).

Inspección anterior
Cuatro décadas atrás

Quedan aún, en cualquier caso, fosas del otro bando sin recuperar. Como la de Camuñas. Y eso que, sobre ésta, ya se empezó a trabajar hace años. En 1962, un grupo de expertos en minas realizó una inspección de la zona en la que, entre otras conclusiones, se constató la existencia de vestigios de cal, aunque sin poder asegurar si ésta procedía de la que arrojaron sobre los cadáveres -se apuntaba como opción más probable- o de las obras realizadas después (poco antes de finalizar la Guerra se colocó una cubierta granítica con una cruz grabada en homenaje a las víctimas).

Se trabajó, por tanto, pero sin constatar la presencia de restos humanos. Porque, más que nunca, su localización resultaba harto complicada. La pista del pozo principal (existe otro auxiliar que conecta con él mediante una galería inclinada) se acababa a 23 metros de profundidad, cuando los escombros arrojados taponaban el resto del agujero e impedían ver más allá. Lo que había debajo era imaginable, pero sólo eso. Ninguna confirmación de los cuerpos.

Hasta hoy. Tras cinco horas de inspección preliminar -descendiendo por el auxiliar-, tres miembros de Aranzadi alcanzaron en noviembre el final del pozo principal y vieron que la existencia de restos sólo podía ser comprobada con la extracción ordenada de todo aquel sedimento. Y así , bajo la supervisión de López Teulón, se decidió. Antes de esa observación previa, además, una investigación mediante georradar había permitido encontrar restos de munición y otros objetos que hacían pensar en la verificación de los asesinatos, y había detectado pruebas que corroboraban la existencia de varios ramales bajo los escombros. Teniendo en cuenta todo ello, se procedió a la inspección final y, dentro de ésta, a la retirada del material que había al fondo del pozo. Quince toneladas abajo, aparecieron los restos. Dos cráneos, un fémur, una rodilla... Las primeras evidencias.

A partir de ahí, ese pasado escondido bajo tierra es una incógnita y requerirá de una labor extremadamente compleja. Pueden ser varios los pozos subterráneos, varias las galerías y las salas. Pero el primer paso, el de la constatación, ya está dado. En una fase posterior, aún sin concretar, llegará la valoración de la posible exhumación, pero será independiente de lo que ya se ha hecho.

Un puzzle por completar
Historias sin final

En Camuñas, en uno de tantos lugares de La Mancha que dominaron los republicanos pero conquistaron los franquistas, la Memoria Histórica ha recuperado ya otra pieza de su puzzle. Otra de esas historias contadas durante décadas, pero a las que siempre les ha faltado un final. De la mano de Aranzadi, la de Las Cabezuelas comienza a tener el suyo. Es la cara menos conocida de la represión, la que infringieron los republicanos, pero, en los tres años en los que duró la Guerra, existió. Hoy, 70 después, trata también de salir de su olvido. Porque, como la otra, es parte de la misma tragedia. Parte de la misma verdad que, más allá de ideologías, debe ser contada.

(Noticias de Gipuzkoa. 12 / 04 /09)