domingo, noviembre 16, 2008

LAS ANDEREÑOS DEL FRANQUISMO "CIERRAN LA PUERTA" A SU BATALLA TRAS QUINCE AÑOS DE LUCHA

En sus propias casas, en habitaciones diminutas, con grupos reducidos de máximo diez alumnos y con miedo a ser descubiertas. Éste es un reflejo de la vida y la experiencia de casi un millar de andereños que ejercieron su labor en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) y Nafarroa, en la más absoluta clandestinidad, durante la dictadura franquista y que, por fin ahora, ven recompensado todo su esfuerzo.

Lucharon por que el euskera llegara a cada uno de sus vecinos, a cada niño y escolar. No tuvieron miedo, a pesar de que era un trabajo "oscuro y humilde", como reconoce una de ellas, Kontxita Beitia. Ayer, muchas andereños se juntaron en Donostia en un encuentro que les permitió recordar las aventuras y anécdotas de aquella época de represión. Con esta reunión, asimismo, querían pasar página después de haber conseguido que su reivindicación se materializara: que el Gobierno español reconociera su labor durante el franquismo y que, por tanto, esos años de clandestinidad pudieran ser cotizados en la Seguridad Social.

Este colectivo de mujeres, que asciende a 813 en la CAV y 83 en Nafarroa, ha sorteado miles de obstáculos para llegar hasta aquí, para ver completadas sus pensiones por el trabajo desempeñado durante la dictadura de Franco. "Para tener una jubilación digna, después de todo nuestro esfuerzo", explica Nekane Auzmendi. "Las dificultades han sido terribles, en muchos momentos hemos querido tirar la toalla, porque veíamos que era difícil probar nuestros años trabajados en la clandestinidad", admite esta andereño.

La llamada esperada
Arriesgarse por el euskera

Sin embargo, tal y como aseguran, tuvieron "la suerte" de encontrar a personas como Gema González de Txabarri o José Ignacio Peláez, quienes "lucharon por nosotras hasta el final, hasta conseguir que se hiciera justicia", explica Auzmendi. Los viajes han sido incontables: a Madrid, a Gasteiz, tocando la puerta a todas las instituciones para que alguien les escuchara y para que "la gente conociera todo lo que se arriesgó por la lengua vasca", insiste la andereño.

La recompensa llegó el 15 de junio de 2007. Ese día recibieron la llamada "de la alegría". El Consejo de Ministros aprobó el decreto que regula el reconocimiento del trabajo realizado en aquella época sin cotizar en la Seguridad Social. "Esta resolución se ha puesto en marcha hace poco, entró en vigor el pasado 1 de enero y hoy, por fin, recordamos todos estos obstáculos en una reunión para dar por finalizado este proceso, para cerrar la puerta a esta época", asegura satisfecha.

La Hacienda Pública ha hecho posible esta disposición legal, ya que se ha hecho cargo del dinero correspondiente a los impuestos que las andereños no pagaron, dado que su actividad era ilegal. Por ello, tampoco podían cotizar a la Seguridad Social, por lo que su jubilación "era mínima", afirma Beitia. "Ahora podemos vivir por lo que hemos trabajado", añade.

Ambas siguen recordando juntas las anécdotas de aquellos años, escondidas en una casa, con pocos escolares para que nadie pensara que eran profesoras y que, en realidad, sus pisos eran pequeñas escuelas. "Somos como precursoras de las ikastolas y ahora vemos dónde está situado el euskera, y eso nos hace muy felices", afirma Auzmendi.

Pero a Beitia todavía le ha quedado algo en el tintero: "Esta reivindicación ha sido una batalla que emprendimos un colectivo de mujeres hace mucho tiempo, una lucha que hemos llevado a cabo nosotras mismas para que se reconocieran nuestros derechos".

(Deia.16 / 11 / 08)