martes, marzo 04, 2008

DOS PERSONAS, DOS VISIONES


Derrocha pasión. En el escenario, a ritmo de flamenquito, y en la calle, allí donde una manifestación reclame el derecho de las personas a ser más libres. El espíritu del 3 de Marzo no es una frase hecha, una moñada. A ella, Askoa, le acompaña siempre, cuando viene a Vitoria y cuando regresa a Sevilla, donde ahora vive. Tal vez porque, unas semanas antes de nacer, aquel fatídico día estuvo en la iglesia de San Francisco de Asís, sintió el terror de los miles de obreros acosados por las balas y se revolvió, una y diez veces, en el vientre de su madre. La periodista Amparo Lasheras, entonces embarazada de ocho meses y medio, la convirtió en testigo silencioso de aquella salvajada. Y ahora, 32 años después, eleva la voz sin tapujos para recordar tantas veces como haga falta a Romualdo, Pedro María, Francisco, Bienvenido y José. Cinco razones para no olvidar, cinco motivos para "que la gente joven se mueva".

"Gracias a su lucha se lograron muchas cosas que ahora se están perdiendo. Los jóvenes sólo piensan en pagar el piso y el coche. Si se enteran de que a alguien le echan por hacer una huelga, piensan: "pues que no la hubiera hecho". "Son conformistas". Habla Askoa o el espíritu del 3 de Marzo, que es lo mismo. Habla la chica que no se olvida de dar las gracias a sus padres "por haber sido consecuentes con sus ideas y haber acudido a la iglesia aquel día". Y eso a pesar de que Amparo temió por la vida de su niña, mientras corría, cuando cayó por las escaleras. Algunos tildarían esa decisión de imprudente. Para quien podría haber muerto fue otra cosa muy distinta. "Era su deber, para que yo tuviera una vida mejor", matiza con satisfacción. Para que aquélla fuera la primera y última gesta obrera en la lucha por los derechos más básicos.

Sin embargo, ese futuro soñado se ha convertido en un presente que a Askoa no le convence. "Hace falta otra pequeña revolución, que los ciudadanos se unan y dejen bien claro que nadie les puede pisar", sostiene la joven, deseosa de que una vez por todas explote "esta sociedad consumista y asquerosa en la que los ideales se han perdido". No parece tarea fácil, sobre todo cuando son siempre los mismos los que recuerdan la matanza del 3 de Marzo, condenan la salvaje actuación de quienes desangraron con sus pistolas las ansias de justicia y libertad del colectivo obrero y lamentan el silencio político durante demasiado tiempo. "La gente no quiere hablar porque no le interesa saber qué pasó realmente hace 32 años", opina este vitoriana, que se muestra "escéptica" con la comisión especial del Parlamento Vasco creada para depurar las responsabilidades políticas de la masacre.

Aunque reconoce que "está bien" que la Cámara haya puesto en marcha esta iniciativa, no se cree "del todo" las buenas intenciones de los parlamentarios. "Me da la sensación de que lo hacen para que quede bonito, para que la asociación de víctimas se calme", dice la joven, a quien le escama que la decisión de impulsar esta mesa de trabajo haya coincidido en el tiempo con el 30 aniversario de la matanza. "Decían que querían llamar a Manuel Fraga a declarar, cuando ese señor debería haber sido juzgado hace muchísimos años". Askoa continúa con la crítica, para acabar poniendo las cartas encima de la mesa: "Sinceramente, lo que pasa es que yo no creo en los políticos, sino en los movimientos sociales". Por eso, solicita a los vitorianos que pongan de su parte para que todos los días del año, al menos durante unos segundos, sea 3 de Marzo. "Me gustaría que se hicieran charlas en los colegios, que se hicieran homenajes a los cinco obreros fallecidos, para que las nuevas generaciones sepan lo que pasó, para que no haya ninguna posibilidad de que alguien se olvide". El deseo de Askoa depende de la voluntad de unos cuantos, así que a la espera de que se haga realidad ella intenta poner su granito de arena. "Mantengo ese sentimiento que me inculcaron mis padres esté donde esté. Ahora vivo en Sevilla y participo en todas las manifestaciones posibles en favor de los trabajadores, la ocupación o los inmigrantes", explica. A ella, como a los miles de obreros que miraron de cerca la muerte el 3 de Marzo en Zaramaga, no hay quien le calle.

Hijo de obreros
A Jorge Arribas tampoco se le calla así como así. Hijo de obrero y de ama de casa, explica que sólo conoce una realidad: la del día a día. No rehuye las preguntas y no esconde sus sentimientos. "¿El 3 de Marzo? Claro que sé que aquel día ocurrió una tragedia. Pasó en mi ciudad. Fue una matanza porque se llevaron por delante a gente humilde", explica con la mirada perdida. "Comprendo el dolor de las víctimas y de los familiares de los caídos en Zaramaga. Sobre todo, porque sólo estaban reclamando mejoras sociales y laborales. También entiendo que reclamen justicia, porque hubo alguien que dio la orden de disparar a los trabajadores. Alguien que todos sabemos quién es y que se ríe cuando se le piden explicaciones. Deberían haber juzgado a gente como Fraga hace muchísimo tiempo", reclama.
Ahora bien. "Desde entonces ha llovido mucho", ensalza mientras que termina su labor en el almacén en el que trabaja. No es que quiera quitar hierro al asunto, es que ésta "es otra época, otra realidad. Y a veces parece que la gente circunscribe su mirada en algo que ocurrió hace muchísimo tiempo. Ahora también tenemos problemas, pero a mí me da que esta sociedad ha avanzado mucho. Bien es cierto que en una dirección y que abundan los contratos basura y la dictadura de los que más tienen. Pero lo de la democracia obrera y lo de la libertad asamblearia suena a cuento de hadas".

Y Jorge asegura tener los pies en el suelo. Al igual que Askoa, su edad -tiene un año menos que ella- le evitó vivir épocas peores, aunque conoce, de boca de su padre, obrero industrial, las penurias que tuvo que soportar la gente que, en aquella época, luchaba por dejar atrás los usos y maneras del franquismo. "Lo sé. Fueron tiempos difíciles. Pero el ahora es lo que importa. El ahora y el mañana. Admiro a la gente que reivindica mejoras. Yo lo hago a mi manera. Trabajo y no me dejo pisar. Pero ello no quiere decir que salga a la calle cada dos por tres o que reclame una revolución. Soy consciente de que somos lo que nuestros padres pelearon. A mí ahora me toca salir adelante. Y lo haré. Pero no creo que sea posible defender causas perdidas. Es mejor ser realista".

"¿Que si tengo la sensación de no estar comprometido?. Qué va. Todo lo contrario. Tengo los genes que tengo y no me escondo. Lo que pasa es que a veces me da la impresión de que todas las reivindicaciones las capitalizan los mismos. Y que yo sepa, en el 3 de Marzo cayeron obreros. No gente de una determinada ideología concreta".
(Noticias de Alava. 04 / 03 / 08)